lunes, 17 de septiembre de 2007

EL BICULTISMO

En contra de lo que creen algunos estudiantes, para dedicarse a ciertas ramas de traducción no es imprescindible ser bilingüe. En esto influye notablemente la especialidad a la que uno se dedique. Un colega y amigo mío es un excelente y reputado traductor de temas financieros ingleses y, sin embargo, no podría mantener una conversación fluida en ese idioma. Haciendo una afirmación imposible, yo suelo decir que para traducir inglés, por ejemplo, se necesita saber un 60% de inglés y un 140 % de español. Es una forma algo obtusa de decir que lo realmente importante es la lengua de destino.

Desde mi punto de vista, lo más importante para ser traductor no consiste en aspirar a dominar ambas lenguas (ser bilingüe) sino, ambas culturas. Sólo el conocimiento de la cultura original y de la destinataria pude ayudarnos a resolver las dudas y las carencias que se nos presentan a la hora de traducir.

Un ejemplo: cualquier camarero de cualquier bar de los Estados Unidos sabe lo que quiere un cliente cuando le pide un BLT (bacon, lettuce and tomato), pero es imposible que el traductor español sepa que significa si no ha estado en aquel país; es posible que no lo encuentre en un diccionario al uso, igual que a un inglés no le será fácil encontrar o deducir fácilmente el significado de un antojito mexicano, un montadito español o un bife a caballo argentino.

Debido al desconocimiento de las culturas de origen, muchos traductores introducen en nuestro idioma expresiones incorrectas e innecesarias o pasan por alto giros y referencias culturales.

Un ejemplo de ello, es el hecho de que muchos infantiles españoles expresan sorpresa soltando la anglicada onomatopeya “OH-OH” en lugar del español “huy”. Esto se debe a que los traductores de los teletubbies no tradujeron la onomatopeya inglesa, quizá por ignorancia, quizá por negligencia o quizá sí lo hicieron, pero los directores de doblaje decidieron dejarla en inglés (hasta donde yo sé, este error se produjo, en España, en las versiones española, gallega y catalana).

Parafraseando a la frase bíblica, yo diría que por sus giros los conoceréis.
Y es cierto que a los buenos traductores se los distingue, entre otras cosas, por su forma de traducir los giros, expresiones hechas, apotegmas y dichos, que tienen una enorme carga expresiva. Es muy frecuente oír onomatopeyas sin traducir en cine y televisión: iak, ups, yija (en inglés yuk, oops, yeeha) En lugar de sus traducciones españolas ( puaj/aj; ¡anda!, ¡uy! ¡caray!; ¡bien!, ¡guay!) y expresiones imposibles en español por mucho calzador que le metamos: “jodido bastardo” (fucking bastard); “¿Cuál es tu problema?” (what is your problem?); “¿Estarás bien?” ( you’ll be Ok?); “tuve un déjà-vú” ( I had a déjà-vú), etc.

No sé usted, lector, pero yo no me imagino a mi abuela diciendo que ha tenido un déjà-vú. Y me nos escribiéndolo.

No hay comentarios: